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El Sufragio Femenino en el Uruguay

El “feminismo” orientado hacia la obtención de la plenitud de los derechos civiles y políticos de la mujer, nació en el Río de la Plata por iniciativa de la maestra uruguaya (recibida en La Plata, 1894) Maria Abelia de Ramírez (1863-1926), quien fundó el primer centro feminista en dicha ciudad, en 1903.

En 1906 presentó al Congreso Internacional de Libre Pensamiento, realizado en Buenos Aires, un “Programa mínimo de reivindicaciones femeninas” y desarrolló amplia haber y constante predica desde 1899, en 1900, en “El Día” de La Plata, bajo el seudónimo “Vírgenes” y por medio de la revista “Nosotras” fundada en 1902. Creó la “Liga Feminista Nacional” cuyo órgano era “La nueva mujer” y editó en 1906, su obra “En pos de la justicia”. En 1911 estableció en el Ateneo de Montevideo, la Sección Uruguaya de la Federación Femenina Panamericana que ella misma había conseguido fundar en Buenos Aires en 1910, para luchar por los derechos civiles y políticos de la mujer.

Posteriormente el movimiento se extendió y fortificó, ocupando un lugar destacadísimo, durante muchos años, la Dra. Paulina Luisi, a cuya iniciativa y empuje se debió la fundación del Consejo Nacional de Mujeres, el 30 de setiembre de 1916 y la edición de la revista “Acción Femenina”, cuyo primer numero apareció en julio de 1912. En el decía la Dra. Luisa: “No hay nada que deba escapar a nuestra sólida atención: tuberculosis, asistencia social a la madre y el niño, asistencia y protección legal; programas de previsión social; mejora de las condiciones de trabajo; lucha contra el alcoholismo y la trata de blancas.” “Derechos para todas las mujeres de desenvolver sus aptitudes.”

Ricamente documentada, la Dra. Paulina Luisi, infatigable luchadora y notable organizadora, desplegó cuantiosa información al servicio de la causa, sobre actividades colectivas e individuales de las mujeres de otros países, como ejemplo estimulante y como guía. Señalaba que la Declaración de los Derechos del Hombre olvidó los derechos de la mujer y por eso “lleva como una mancha el haber conservado y sancionado la esclavitud de la mujer.”

Mas tarde se formaron otras asociaciones como la “Alianza para el Sufragio Femenino”, derivada de una Comisión del Consejo Nacional de Mujeres y como primer Comité fue presidido por Carmen Cuestas de Nery; también creó la Asociación Magisterial pro Sufragio.

Además de la campaña relacionada con los derechos y la capacitación de la mujer, el Consejo N. de Mujeres se ocupó de la protección del niño y de la mujer trabajadora.

Preconizaba Paulina Luisa en 1919, “el abaratamiento de la vida y la supresión de los inicuos trazos de artículos de primera necesidad”. Fueron organizadas por primera vez las mujeres trabajadoras, iniciándose el movimiento con la “Unión de Telefonistas”. Resultaron intensas las campañas contra el alcoholismo, contra la prostitución, sobre Paz y Arbitraje. “No queremos más guerras ofensivas”, declaraba una vez mas en abril de 1919.

El Consejo N. de mujeres se ocupó de romper el bloque que habían hecho los obreros linotipistas en 1918, quienes se negaban a permitir mujeres en es oficio. Se consiguió abrir esas puertas, incluyéndose la enseñanza de la linotipia en las Escuelas Industriales Femeninas. también se obtuvo que las grandes tiendas permitieran que sus empleadas pudieran usar los ascensores durante las horas de trabajo, lo que en muchas les estaba prohibido, que se instalaran, en 1918, gabinetes higiénicos para mujeres, en las Facultades Universitarias; pudo vencerse la enorme resistencia que se les oponía para permitirles ejercer ciertas profesiones como escribanos y procuradores y ocupar empleos estatales; se desarrolló campaña sobre educación sexual y educación cívica en las escuelas; se apoyó la “Ley de la Silla” del Dr. Salgado, etc.

Según afirmaba la Dra. Paulina Luisa, las mujeres uruguayas fueron las primeras sudamericanas en iniciar organizadamente, el movimiento a favor del sufragio y las primeras que se dirigieron a los poderes públicos solicitándolo.


La Constitución de 1830 negaba la ciudadanía y por tanto el derecho de sufragio a la mujer, lo que no es de extrañar si se compara con lo acontecido en otros países más evolucionados. Por ejemplo, en Francia, el primer proyecto fue presentado recién en 1848 por Victor Consideran, el mismo año en que las mujeres de EEUU, en Seneca Falls, realizaban la primera Convención sobre los derechos femeninos y el mismo en que Kworet-ul-Aim “desgarraban el obligado velo que cubría el rostro de las mujeres persas”. En Inglaterra, donde las sufragistas realizaron una campaña formidable (el numero de peticiones alcanzó la cantidad de 2.584) el derecho al voto recién se alcanzo en 1919, como en Alemania e Italia. Francia debió esperar hasta 1946 y Argentina hasta 1947, aunque en este ultimo país las mujeres recién tuvieron oportunidad de ejercer ese derecho en 1951.

El primer país que en América concedió el sufragio a la mujer fue EEUU, en 1920, aunque muchos años antes el voto había sido otorgado en algunos de sus Estados. El hecho fue favorecido porque la Common Law era menos rígida que la legislación romana, francesa y canónica, que tantas huellas dejaron en Latinoamérica.

El primer legislador, en el Uruguay, y quizá en América del Sur, que presentó (julio de 1914) un proyecto de reconocimiento de derecho al sufragio femenino, fue el Dr. Héctor Miranda. En su exposición de motivos expresaba: “Si la política esta viciada, razón de más para incorporar un elemento incontaminado que levante su nivel. No sabíamos, además, que el hombre fuera tan galante y que quisiera ahorrar a su compatriota un espectáculo con el que él mismo se deleito y por intervenir en el cual ha luchado miles de años y sacrificado millones de vidas”.

En 1916, con motivo de la reforma de la Carta Constitucional, la delegación socialista propuso una enmienda en favor del sufragio femenino: sustituyó la palabra “hombres” por “personas”. En la Comisión, el Dr. Maltasar Brum obtuvo la admisión de los derechos políticos de la mujer, a la que era opuesta la gran mayoría. En la Constituyente, entre otros impugnadores del sufragio femenino, sostuvo Luis A. de Herrera: “¿Qué le importa a la democracia oriental en este instante, que significa para sus destinos el voto que se esta persiguiendo a favor de la mujer que, en ultima instancia, solo servirá para llenar los Registros Cívicos?”

El Dr. Brum en “Los Derechos de la mujer”, expresa: “Desde 1914 hasta 1917, fecha en que inició sus trabajos la Convención Nacional Constituyente, hizo tanto camino dentro de nuestra colectividad, la feliz iniciativa del diputado Miranda, que fue posible encontrar ambiente en la Comisión de Pacto para una enmienda propuesta por los delegados de nuestro partido. Desgraciadamente, dicha moción no fue aceptada en toda su integridad pues se limitó en el sentido de establecer que el Poder Legislativo sólo podía otorgar el reconocimiento cuando así lo decidiese una mayoría de dos tercios sobre el total de miembros de cada una de las Cámaras”. Quedaba pues, pendiente de una sanción legislativa, difícil de obtener.

De inmediato las feministas se pusieron en febril actividad, realizando una asamblea, donde Paulina Luisa señaló que la Carta ponía tales dificultades que se necesitarían muchos esfuerzos y mucha constancia para lograr el triunfo.

Muchos proyectos y petitorios se presentaron desde entonces y muchas gestiones se realizaron, pero solo tuvo andamiento, recién en 1932, el proyecto de los senadores Pablo María Minelli y Lorenzo Batlle Pacheco, proyecto que, como expresaba el primero de los nombrados, era el mismo presentado en 1921 por Baltasar Brum.

Algunos senadores y diputados, que entendían que “la mujer nació para el hogar y no para la política” o que “lejos de hacerle un bien a la mujer, le inferimos un grave mal incorporándola a nuestras luchas políticas” terminaron votando, por razones de disciplina partidaria, aun cuando manifestaban “hacerse violencia” a si mismos.

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